«Esperanza, amor y Rock and Roll», por Carlos E. Navarro
Artículo de N.H.D. Carlos E. Navarro, publicado en Cruz de Guía 2015:
“No hay cosa que con más facilidad se alcance a Dios, que con amor.”
San Juan de Ávila (1500-1569), asceta, Doctor de la Iglesia
Aquellos que vivieron los años dorados del rock español recordarán al sevillano Silvio Fernández, cantante que con Silvio y Sacramento publicó en 1988 el álbum “Fantasía occidental”, en el que se incluía la canción Rezaré.
Finales de los ochenta. Silvio en el escenario de un bareto de Madrid, moviéndose de forma impulsiva e imprevisible. Con gafas de sol y los vicios a mano –Ducados, gintonic-, comienza a rezar cantando: “Rezaré ante ti, porque eres Madre universal…”. Una tras otra se van sucediendo las grandes devociones marianas de la Semana Santa de Sevilla. El público, entregado, aplaude tal alarde de espíritu rock: su música, sus normas. Catolicismo etílico, heterodoxia trascendental. Y tan poco convencional que le canta a una bella e imposible fusión: la Macarena de Triana. “Yo te amo tanto, Esperanza del amor…”. Esperanza del amor, qué dulce nombre para la Virgen creado en un frenesí místico y ascético de tabaco y alcohol.
El amor es bastante más que un sentimiento. Pueda considerarse, quizá, un impulso natural. Más allá del tópico del amor como motor del mundo, digamos que es el motor de nuestras vidas. Te quiero, te aprecio, te deseo, te necesito… incluso te odio; todo gira en torno a un instinto que nos conduce hacia los demás. No hay otro camino, ni más opción, que el amor.
Y a pesar de todo, vivir con el amor como brújula no es fácil, ni lo más inteligente, ni tampoco accesible para todos. Sólo es apto para kamikazes emocionales, que se inmolan en la vida con el corazón cargado de dinamita. Todo el mundo puede –y debe– amar de verdad, pero posiblemente no todos lo hagan con la misma dimensión que estos suicidas del querer, que por amar, aman hasta las heridas de sus decepciones. Y esto es tan triste, que es hermoso; y tan hermoso, que duele. Como esa guitarra rasgada y penetrante de una buena balada rock.
Amar siempre resulta difícil. Pero, sobre todo, es doloroso. Porque nadie nos salva del inevitable sufrimiento de la incertidumbre y la pérdida: desengaño, enfermedad, guerra, muerte… todo es desamor. Haya o no detonación del corazón suicida, no escapamos de la desolación. ¿Dónde está el límite del dolor?
Y responde la Esperanza. Como un ancla que nos permite sobrevivir a los golpes de la tempestad. Y que a veces ahoga; aunque la mayoría, salva. Y todo ello depende de cómo la proyecte nuestro corazón. Porque un anclaje en el pasado doloroso no nos permite avanzar, mientras que uno en continuo movimiento presente nos conduce hacia el futuro. La cuestión: aprender a mover la esperanza con el mejor motor, el amor. “Esperanza del amor”, esperanza en el amor.
Últimas mecidas…
Hay algo hermosísimo en el hecho de sacar la Esperanza a la calle, con la falta que hace. Entre tanta tristeza cotidiana, aparece Ella como una luz, dando consuelo. En el que va a ser su quinto aniversario le faltará uno de los hombros que la sostenían en su encuentro con la gente. Y aunque la ausencia y el vacío nutran el dolor de la pérdida, no lo olvidemos ni un instante: en el recuerdo, mientras haya amor, hay Esperanza.